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Hay algo casi filosófico en torno al color. Una cuestión que en un mundo de videntes pasa desaperciba. ¿Cómo hace una persona que nace ciega para concebir aquellos aspectos del mundo que son puramente visuales? ¿Cómo figurar en la mente lo que no tiene dimensiones, ni textura, ni aroma?
A simple vista, algo tan abstracto pero real como el color parece inaccesible en el mundo de los no videntes. Pero hay un proyecto que se anima a iluminar sin palabras, a través de la “asociación sensorial”: una forma de hacer visible lo abstracto.
Marcela Cozzo tiene aire de artista, aunque es una ingeniera química y empresaria, que se desempeña como directora de Meycolor, una empresa que desde hace más de 20 años trabaja con el arte visual.
Para Marcela la fabricación de pintura artística ya es algo habitual, al punto que ha pensado en una forma de hacer de ésta una herramienta de expresión también para las personas ciegas. Es así que nace “Aromarte”, un proyecto que, a través del aroma y textura, permite a los no videntes identificar los colores y, de este modo, poder pintar.
Se trata de una invención que sirve de herramienta para aquellas personas que perdieron la visión de adultos; y que, a su vez, abre un nuevo universo a las que son ciegas de nacimiento y para quienes el color es parte de un ideal abstracto.
¿En qué consiste el proyecto en su totalidad?
“Ver desde el alma” es un proyecto que tiene como objetivo lograr que personas con discapacidad visual puedan pintar con normalidad, sin depender de otros. Para esto, se creó una pintura que asocia los colores a sentidos como el olor y el tacto, de modo que cada color se represente con un aroma. Por ejemplo, una persona que ya conoce el código, sabe que si huele a frutilla es rojo.
Se trata de una “pintura sensorial” que se va a comercializar bajo el nombre “Aromarte”.
¿Cómo surge la idea?
La idea se viene gestando desde hace años, pero concretamente el proyecto “Ver desde el alma”, que incluye a “Aromarte”, surge a mediados del año pasado con pruebas piloto y trabajando desde el laboratorio.
Finalmente, presentamos el proyecto como es ahora a la ANII [Agencia Nacional de Investigación e Innovación] y obtuvimos los recursos para llevarlo adelante.
¿Cómo se comienza a gestar el proyecto?
Una vez que me planteo el objetivo general de crear una pintura para personas ciegas, lo primero que hago es investigar y determinar si realmente existe una inquietud con respecto a esto. Busco instituciones en el mundo en las que las personas se expresen a través del arte siendo ciegos, casos puntuarles, organizaciones y demás.
Y se llega a varias conclusiones. En primer lugar, que “Aromarte” es una invención única en el mundo. En otros lugares pintan, pero no con este método, sino con pinturas normales en instituciones dedicadas a esto.
También el hecho de que para las personas que perdieron la vista de adultos y pintaban, seguir haciéndolo es fundamental. Y, por otro lado, visualizo algo que hasta el momento no había tenido en cuenta y que va mucho más allá, es decir, la posibilidad de trabajar con “Aromarte” a nivel terapéutico, psicológico y pedagógico.
En conclusión, me convenzo de que es una invención que aporta.
¿Cómo se desarrolla el método de trabajo?
Nosotros [Meycolor] somos la única empresa en plaza que fabrica materiales de expresión plástica certificados con las normas ISO 9000. Esto significa que hay requisitos de procedimiento, como por ejemplo el cómo hacer un desarrollo, que tiene pasos pautados: pruebas de laboratorio, en donde vas viendo la sinergia entre los distintos componentes químicos, y pruebas de validación.
Para esto último contamos durante todo el año pasado con la colaboración de la Fundación Braile. Ellos realizaron testeos con niños ciegos y de baja visión y nos entregaron evaluaciones, que fueron muy favorables.
¿Qué elementos surgen de ese testeo?
Una vez creada la “pintura sensorial” [Aromarte] un segundo paso es pensar en las condiciones en las que la persona está pintando. ¿Qué sucede si, por ejemplo, da un golpe al frasco y derrama la pintura? Previendo esto es que también trabajamos en la textura, haciéndola más espesa. Y la presentamos en pomos de boca ancha para que se pueda oler.
Otra de las consideraciones es la de la etiqueta en braile. La Fundación Braile nos asesoró en ese sentido, y llegamos a la conclusión de que no tenía sentido poner braile en las cajas porque la persona ciega no va a recorrer el supermercado tocando todo hasta llegar a lo que busca. Pero sí le pusimos en la etiqueta, ya que le facilita el acceso a las pinturas en su casa, por ejemplo si las tiene en un estante.
¿Cómo se incorpora este producto al público al que va dirigido?
“Aromarte” fue pensado para artistas que pierden la vista y quieren seguir pintando, y para niños y adultos que nacieron con discapacidad visual. Pero más adelante, se entendió que también puede servir como producto terapéutico o didáctico en el área de la educación.
Para acercarlo a este grupo, trabajamos con escuelas de niños con visibilidad normal, por ejemplo con el colegio Elbio Fernández, el IDEJO, y también con la escuela Nº 198 de discapacitados visuales.
En estas instituciones realizamos actividades piloto con niños de cuarto a sexto año. Y nos gustaría, aunque no está incluido en el apoyo de ANII, instrumentar estas experiencias para que tengan alcance nacional.
¿En qué consisten estas pruebas piloto?
La idea es bien simple y consiste en pintar. Realizamos varias actividades tanto con niños videntes como no videntes, para pintar a través del olfato y el tacto.
¿De qué modo se planea comercializar el producto? Es decir, ¿cuál es el plan de negocio, más allá de la financiación de ANII?
La ANII financió la creación de proyecto, luego tenemos que seguir solos. El plan de negocios incluye la venta de las pinturas. Es importante destacar que este proyecto surge en el marco de una marca que trabaja desde hace más de 20 años fabricando y vendiendo pintura a instituciones de enseñanza [Meycolor]. Por lo tanto, la estructura ya la tenemos. Tuvimos que comprar equipamiento especial porque por la textura de este material no lo podíamos fabricar con las máquinas tradicionales. Pero no hay que armar la cadena de nuevo. El "know how" de venta ya existe.