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Rhina Aguirre Amézaga Exsenadora.
Tiene la chispa de la gente de la capital de la sonrisaDice que le gustó tanto La Paz que ha pensado quedarse a vender saice en la puerta del pálido edificio de la Asamblea Nacional.
¿Es eso cierto, no piensa regresar a Tarija?
Claro que sí, me muero por volver a mi tierra, añoro el clima. Allí me espera mi esposo y mis vecinos del barrio Catedral frente a la cancha polifuncional, en la calle Gamarra, casa número 7. Es uno de los barrios más altos, desde allí hay una vista muy linda de la ciudad.
¿Habla de ello como si lo viera, es raro escuchar eso de una persona invidente?
Me niego a que me digan invidente, soy ciega, ese otro término es un eufemismo que no hay por qué utilizar, el ser ciego no es ni lacra ni pecado ni ofensa, es muy divertido (risas).
¿Creo que solo a sus ojos se le apagó la luz y no así a sus labios, menos a sus palabras?
Nací viendo, la ceguera es a consecuencia de una toxoplasmosis adquirida en el exilio, debe ser hace unos 35 o 40 años, parece que ya había visto lo suficiente y Dios dijo: “Basta, ahora muévase como pueda y vea con los ojos de adentro”.Luego el oculista me dijo: “Para qué va a llorar doña Rhina, ya ha visto por demás, qué más quiere ver, más pobreza, más tristezas, ahora puede percibir otras alegrías”. Y me quedé con eso. Así sentí el amor y hasta concebí un hijo.
¿En el exilio conoció a su esposo?
Él es de Loja, una provincia de Ecuador. Nos encontramos en las luchas por la liberación de nuestros pueblos. Es latinoamericano y yo también me siento así. Después de unos años volví a Tarija con un esposo y un hijo que llegó en el momento preciso y a tiempo. Está a poco de volver a casa.
¿Qué va a hacer?
Soy apasionada para hacer cualquier cosa. Cuando andaba en bicicleta, al cocinar, cuando lucho por la igualdad de los derechos humanos. Me gusta conversar con la gente e interesarme por sus problemas y ayudar, eso aprendí de las monjas.
¿Es verdad que fue monja?
(Risas)Fue una de las tantas aventuras de mi vida. Fui monja unos cuatro años más o menos y luego me di cuenta de que había caminos de más libertad.En el convento aprendí de la necesidad de las relaciones humanas. Fue una época muy fructífera, donde tuve tiempo para pensar y para leer. Aún soy católica, apostólica y boliviana y creo que la fe es compromiso más que rezos.La mujer ha ganado muchos espacios.
¿cree que habrá un límite?
No tenemos que esperar que nos concedan un espacio, tenemos que estar.No tenemos que luchar porque la vida no es un rin, la vida es un espacio para compartir, hay que luchar junto a ellos, porque tanto ellos como nosotras somos frutos de un sistema inhumano y nos toca a los dos juntos cambiar eso. Nunca debemos estar detrás del hombre, ni por delante, debemos estar a su lado y siempre juntos. Cuando somos capaces de ver con cuatro ojos la realidad, también somos capaces de cambiarla cuatro veces, y eso tenemos que aprender desde el vientre marterno.
¿Qué le enseñó la maternidad a una mujer política?
Mi padre me trasmitió sus conocimientos sobre el origen de las diferencias sociales. Mi madre murió cuando yo tenía cinco años y mi madrastra me dio muchos hermanitos.Como mamá les digo a las mujeres que gestan, que hablen con el crío que llevan dentro, díganle cómo es la vida y cómo podrían participar, qué cosas les espera, cómo ellos pueden ayudar a transformar. Es muy cierta esa tesis de que los niños aprenden desde el vientre de la madre. En nuestras manos está moldear a los ciudadanos del mañana.